Diumenge 16 de durant l'any - 19 de juliol

Mr 6, 30-34


En este pasaje introductorio al milagro de la multiplicación de los panes, Marcos nos presenta a Jesús como Maestro. Escena entrañable en la que los discípulos, que han regresado de la misión a la que fueron enviados, se reúnen en torno al maestro y le explican todo lo que han hecho y enseñado. La Buena Nueva es palabra y Acción: palabra que obra y acción que habla.

Jesús se preocupa de sus discípulos; como buen maestro los conoce y sabe lo que puede esperar de ellos. No les exige lo imposible, simplemente hacer poco pero bien. Llegan cansados. Ser pescadores de hombres (Mt 4:19) es tarea de gran responsabilidad, por tanto, más pesada que la de ser pescadores de peces. La expansión del Reino de Dios es labor agotadora. Jesús sabe que el espíritu de sus discípulos está dispuesto, pero que la carne es débil (Mt 26:41; Mr 14:38). Por ello les manda apartarse a un lugar solitario, desierto –héremon dice el texto- para que sus cuerpos y almas hallen descanso (Mt 11:28-30). Con él y en él.

El desierto es el lugar del encuentro con Dios. Moisés (Ex 2-3), Elías (1R 19), incluso Jesús (Mt 4:1-11) encuentran en el desierto la liberación. Los discípulos encuentran a solas con él la paz, la tranquilidad de espíritu que necesitan. Aunque por poco tiempo. Jesús quiere escapar de la multitud, pero no puede. Muchos se dan cuenta de que ha partido con sus discípulos en una barca. De todas partes se dirigen a su encuentro. Ahora la actuación de Jesús es la de Pastor. Atiende a esta multitud que le espera. El Evangelio es alimento para los hambrientos de palabra y pan.

Esta es la coherencia de vida que Jesús enseña a sus discípulos: mensaje y mensajero, palabra y acción se identifican. Para nosotros el pasaje tiene plena vigencia. Jesús nos envía a predicar su Palabra. Como los discípulos, somos enviados. Pero son nuestros actos los que dan efectividad a la palabra. Jesús no nos pide actuaciones que estén más allá de nuestras fuerzas. Cuando nos sintamos cansados hemos de buscarle en solitario lugar para que nos haga descansar y una vez repuestos seguir la marcha. La fe es nómada, no sedentaria.



Rodrigo Segarra

Iglesia Evangélica

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