Diumenge 4 de Quaresma - 14 de març

Texto: 2ªCorintios 5: 17 al 21

Cuando pasan los años, y en el mar de los recuerdos las olas van y vienen, ya nos gustaría borrar, quitar, muchos hechos de nuestra vida. Cuantas y cuantas cosas hemos hecho mal, y cuantas y cuantas cosas nos gustaría que desparecieran como la escritura sobre la arena de la playa, pero sabemos que no es posible; nuestros hechos son como una pesada carga, como una mochila llena de piedras imposible de llevar. Pero nuestro texto de hoy, escrito por el Apóstol Pablo nos da una alegría. ¿Puede acaso el hombre borrar su mal pasado? ¿Puede el hombre limpiar su culpa? ¿Puedo librarme de esa pesada mochila, que agobia mi mente y mi corazón y me nubla la mente? Si, mí querido lector. Pablo dice: De modo que si alguno esta en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. El Apóstol trata de explicarnos la gran verdad que nos dará la mayor paz, el mayor gozo que podemos encontrar, quitara el mayor peso que agobia nuestro corazón. Jesús el hijo de Dios vino al mundo para limpiarnos de nuestros malos hechos, de nuestros malos pensamientos. El quiere llevar nuestra carga. Pero ¡que es lo que tenemos que hacer nosotros? ¿PAGAR? No, no habría forma de pagarle lo que hizo. RECONCILIARTE. Eso es lo que dice el Apóstol. ¿Y que es la reconciliación?, es hacerte amigo de Dios, buscar a Dios todos lo días, es querer lo que él quiere, es amarle sobre todas las cosas. Pero el beneficio de esto es; LA PAZ, EL GOZO, EL DESCANSO, LA ETERNIDAD. Creo que vale la pena digo como Pablo lector Reconcíliate con Dios.

Pastor Francisco Martínez
Iglesia Evangélica

Comentaris

  1. Juan el Bautista predicaba el arrepentimiento mediante la confesión pública de todos los pecados (metanoia) -en el desierto, lugar de vuelta al camino que conduce hacia Dios-. Su bautismo implicaba un sello de reconciliación con Dios. Por otra parte, del Mesías se esperaba un bautismo de fuego que animara aquella alma arrepentida, reconducida y a Dios consagrada (Espíritu Santo por el que hemos dejar llevarnos confiadamente). En el primer bautismo, Juan insistió en la pureza moral, como condición para recibir el fuego del Espíritu Santo; y, por ello, se precisa una transformación radical e inherente a la muerte del “hombre viejo”, para poder revestirnos del “hombre nuevo”. El agua desempeña así un papel complementario al del fuego, reunidos ambos como purificación y regeneración. Por todo esto es tan necesario el perdón en nuestra vida. Y es que Dios perdona a quien se acusa de sus faltas (Sal 32,5), pues resulta propio de Dios ser bondadoso con su creación (Sab 11, 23-26). En efecto, arrepentimiento y saber perdonarse son condiciones previas y esenciales para la Nueva Vida.

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