Diumenge 15 de durant l'any - 13 de juliol


Mateo 13, 1-23

El tema de la siembra, no tan desarrollado como el de la recolección, es no obstante bien conocido. La parábola cuenta una historia, un hecho que ya se ha producido, pero del cual se habla de forma velada. La historia acentúa  el fracaso de la semilla y ya nos insinúa la intención del relato: Jesús encontró mucha resistencia en el seno de su pueblo. El éxito excepcional al final de la parábola no tiene por fin hacernos olvidar las grandes pérdidas sufridas.

¿Qué debían oír los que escuchan a Jesús? Observemos el contexto narrativo en que ha colocado Mateo el pasaje. El sembrador palestinense realiza su trabajo en medio de grandes dificultades, que a veces le vencen; lo mismo ocurre con el reino de Dios: no se instaurará sino a través de fracasos. Eso es lo que parecen no comprender ni fariseos ni las masas.

Quizá el acento principal no debe recaer sobre la aplastante victoria final a pesar de los fracasos actuales que experimentamos, ni sobre la exhortación a recibir bien la Palabra y la disposición  del oyente, sino que el acento puede estar, precisamente, en que Jesús y el Reino/Reinado de Dios puede ser ahogado de muchas maneras antes de que pueda florecer.

No nos sorprendamos de esto, ni tampoco dejemos que el consabido fracaso nos paralice. No, quizá se trata de evitar triunfalismos que nos lleven a creer en nosotros mismos, a no poner la fe en resultados o en la grandeza de nuestras instituciones. No todos comprenderán esto aún oyéndolo, ni aún viendo.

No puedo dejar de pensar en el final del Evangelio de Marcos (recordemos que termina originalmente en 16,8). Un final sin apariciones (sin triunfalismo), un final que invita, a pesar del fracaso sistemático de los discípulos y  finalmente de las mujeres, a poner la fe (fiarse) sólo en una cosa: la promesa de Jesús.

El sembrador salió a sembrar… y hay mucho fracaso y pérdida (es cierto), pero también aparece el fruto. Es la promesa de Jesús.



Pastor Juan Medrano

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