Diumenge 1 d'Advent - 27 de novembre de 2016
Isaías 2,1-5
Romanos 13, 11-14
Mateo 24, 37-44
Romanos 13, 11-14
Mateo 24, 37-44
El
apóstol Pablo nos hace una exhortación: darnos cuenta el tiempo que vivos.
Ciertamente, comenzamos el adviento, tiempo de preparación espiritual para
vivir correctamente la navidad. Algo característico de estos días es el color
morado: por un lado significa penitencia en el corazón: es tiempo de
despertarnos, revestirnos de Cristo y ser hijos de la luz. ¿De qué serviría la
navidad si no cambiamos la mente y el corazón?
Por
otra parte, en Oriente el color morado también significa opulencia, lo que nos
indica lo que en verdad nos trae la navidad: la riqueza que porta Jesucristo, o
sea la salvación y un nuevo modo de vivir de acuerdo al Reino de Dios. Lo que
requiere de nosotros una apertura del corazón a la gracia de Dios, necesitamos
despertar a la luz de Belén.
En medio de un mundo amenazado por el odio que crea
muertes injustas, muros que dividen a la humanidad y pobreza que suscita
genocidios Jesucristo aparece en este tiempo de preparación como un signo de
esperanza, pues los cristianos gritamos a toda voz: ¡nuestro Cristo vive!, y lo
hace en la vida de cada uno de nosotros, digamos que es una esperanza subversiva,
ya que nos empeñamos en vivir el amor que da vida, destruye los muros que nos
separan y nos hace solidarios para liberar a nuestro prójimo de la pobreza que
le oprime.
El profeta Isaías
invita a caminar en la luz del Señor, lo dice en medio de una crisis política,
social y religiosa. Lo mismo que vemos hoy, parece que no se puede confiar en
nadie: ni en los políticos, ni en el vecino ni en los religiosos. Pues Cristo
invita a vivir contraculturalmente: usar la violencia, pero la del amor, o sea,
la de la fraternidad: la que convierte las armas en hoces para el trabajo. No
todo está perdido, un mundo diferente es posible.
El evangelio nos
invita a estar atentos porque Él vendrá. Es la espiritualidad de la vigilancia
del corazón. No dejemos que el consumismo y el ajetreo de las fiestas navideñas
nos arrebaten la oportunidad de encontrarnos de verdad con el Señor
Jesucristo., que de verdad nazca en cada uno de nuestros corazones. Es hora de
ser cristianos de verdad.
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