Diumenge 3 d'Advent - 15 de desembre de 2019
«El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrará la
estepa y florecerá»
Nos encontramos ya en la etapa final de este Adviento, este
tercer domingo conocido como el Domingo gaudete, o domingo de la alegría,
que nos pone ya en aviso de lo que se acerca.
Aunque el mundo ya nos habla de Navidad, luces, escaparates,
anuncios, turrones, juguetes y demás, nosotros sabemos que todavía no ha
llegado la fecha indicada, pero eso no quita que no podamos empezar a sentir
ese nerviosismo alegre de la inminencia de la llegada del Señor. Estamos
trabajando para preparar nuestro corazón, para que cuando el Hijo de Dios venga
al mundo encuentre un pesebre bien dispuesto.
Es cierto, la Navidad está cerca, pero no debe distraernos
de lo importante, de que estamos en tiempo de espera y que nuestro espíritu no
se tiene que adormecer con los cantos de sirena que el mundo nos ofrece.
Debemos ser como Ulises, que conocedor de los efectos del canto de las sirenas,
manda a sus tripulantes a que se tapen los oídos para no dejarse hechizar y no precipitarse
por el barranco al que les conducían. Continuemos, pues, trabajando para que el
mundo no nos coma el tiempo que se nos regala. Estemos atentos, vigilantes,
pero alegres.
El Señor nos dice hoy cuál es el motivo de esa alegría, «id a
anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los cojos
andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y
los pobres son evangelizados». Es el Señor quien viene, y todo esto tiene lugar
para que podamos descubrir su llegada. Es como ese faro en medio de la
tormenta, que el buen capitán sabe descubrir y guiar su barca hacia la
seguridad de las aguas del puerto, alejándose los peligros que la noche y el
mar embravecido ocultan.
Por todo esto, debemos estar vigilantes. ¿Cómo, si no, contestaremos
a esa pregunta de Juan Bautista «¿eres tú el que ha de venir o tenemos que
esperar a otro?». Solo podremos dar respuesta si permanecemos a la espera,
atentos a lo que el Señor nos va diciendo y mostrando en cada momento. La
espera tiene un elemento positivo, que es la esperanza, y esa esperanza es la
que nos lleva hacia la alegría. Es la esperanza de que su venida pueda hacer
nuevas todas las cosas. Pero un exceso de espera puede llevarnos a la
impaciencia. Por eso debemos saber cultivar esta otra cualidad durante este
tiempo que nos queda. Una espera alegre, sí, una espera confiada, también, pero
también una espera paciente, mesurada y justa. Que no trate de adelantar los
acontecimientos, sino que centrándonos en lo que tenemos, disfrutemos de lo que
Dios nos regala, tiempo de gracia.
Preparación, esperanza y alegría. Estas son las tres
actitudes que debemos ejercitar concienzudamente estas dos semanas que nos
quedan. No dejemos que sea el mundo el que marque nuestros tiempos ni el ritmo
de nuestra vida espiritual, sino que sea siempre la Palabra de Dios. Que con la
lectura asidua podamos ir descubriendo poco a poco a ese que es la Palabra
hecha carne y que habita entre nosotros.
La venida del Señor está cerca, pues que cuando
verdaderamente llegue, sepamos contestar a esa pregunta de Juan, ¿eres tu el
que ha de venir?, y se convierta en una afirmación. La misma que gritaban los
primeros cristianos “Maranatha”, “Ven, Señor Jesús”.
Mn. Baltasar Morell
Fuster
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