Sagrada Família: Jesús, Maria i Josep - 27 de desembre de 2020

Jesús fue circuncidado como todos los nacidos del pueblo judío y la ceremonia se hizo al octavo día, tal como marcaba la Ley (Lucas 2:21).

“Y cuando se cumplieron los días de la purificación” fueron a Jerusalén cumpliendo con la ley ceremonial (Lucas 2:22). En el capítulo 12 del libro del Levítico se nos indica el que una mujer debía purificarse después del haber dado a luz. Así que esa Presentación del niño Jesús en el Templo estaba “cantada” por la suma de los dos acontecimientos... la Circuncisión del niño y la Purificación de ellos a los 33 días después de la circuncisión.

La ofrenda que fue presentada entonces para la ocasión nos habla de la sencillez y humildad en la que vivía la sagrada familia. Y... repetimos: Sencillez y Humildad! no decimos Miseria y Pobreza; eso son confusiones falsas. Si acudimos a la Ley (Levítico 12:8) podemos ver que la ofrenda que se entregó, dos aves, corresponden a esa “categoría” de vida. No pudieron costearse un cordero.

Allí, en el interior del Templo, fueron vividas dos escenas que llenaron de estupor a los sorprendidos padres (Lucas 2:33).

Por un lado Simeón, un hombre que la misma Palabra declara como Justo, piadoso, y que vivía bajo la dirección del Espíritu Santo (Lucas 2:25, unos increíbles calificativos); a quién el mismo Espíritu le había dicho que antes de morir, iba a ver personalmente al Mesías... una deferencia Divina ante una tan buena conducta (Lucas 2:26).

Así fue que, ante el estupor de sus padres, habló de su propia alegría diciendo que tras lo pasado ya podía “morirse en paz”. Y aunó aquella experiencia vivida con la profecía de Isaías que hablaba de Luz para todas las naciones (Lucas 2:32). Ciertamente estaba proclamando a Jesucristo como el instrumento divino de Bendición. A la vez, también de una forma profética, comentó de la profunda división que iba a causan el pequeñín que en esos momentos sus brazos estaban sosteniendo. Vio las hostilidades que iba a enfrentar, e incluso le visionó a María la tristeza que iba a experimentar la virgen por la tragedia que estaba por venir (Lucas 2:35).

Por otro lado, allí estaba también Ana, una profetisa muy anciana (se cree entre 100-110 años). Ella, concordando con lo mencionado por Simeón, empezó a hablar a otros sobre las Buenas Nuevas del niñito Jesús.

Eso también me lleva a preguntarme si yo lo estoy haciendo en el tiempo y lugar que me ha tocado vivir.

Bendiciones para todos y os deseo... un mejor Año.

Luis Brull Torcal

Comentaris