Diumenge 24 de durant l'any - 12 de setembre

EL GOZO DEL REENCUENTRO

Lc 15, 1-32


El capítulo forma unidad temática y redaccional. El tema: ¿por qué Jesús recibe a los pecadores? ¿por qué Dios perdona a los pecadores?
El texto comprende:

- una introducción narrativa. Los “publicanos” y “pecadores” se acercan a Jesús para escucharle. Jesús va a su encuentro porque tienen necesidad de Dios. Los escribas y fariseos, defensores de la tradición religiosa en beneficio propio, hostiles al mensaje liberador de Jesús, murmuran y critican a Jesús que los reciba y escuche (vv. 1-2). Son el hijo mayor de la parábola.
- La respuesta de Jesús, elaborada con tres parábolas de misericordia:

- la oveja perdida (vv. 3-7)
- la dracma perdida (vv. 8-10)
- el padre bondadoso y los dos hijos (vv. 11-32)



Las parábolas, historias extraídas de la vida palestinense, son el lenguaje de Jesús en su proclamación del gran acontecimiento: la irrupción del Reino de Dios. Son apología de la Buena Nueva e invitación a los que se consideraban justos y puros para que rectifiquen su incorrecto proceder y cambien su falsa religiosidad. En contra de los fariseos, que consideraban que en el cielo había gozo cuando un pecador era destruido, Jesús proclama que en el cielo hay gozo cuando un pecador es salvado.
La primera parábola la encontramos también en Mateo 18: 10-14; las otras dos, son propias de Lucas. Las dos primeras ilustran principalmente la búsqueda de necesidades vitales – el pastor, la oveja; la mujer, la moneda. La tercera, más desarrollada y de perspectiva teológica más amplia, cierra el mensaje de Jesús, el reencuentro – el padre, los hijos; Dios y los seres humanos.

Las tres parábolas coinciden en el contenido: lo perdido y posteriormente encontrado; y en el mensaje: hay incontenible alegría cuando se encuentra lo perdido. Jesús, que ha venido para salvar lo que se había perdido (Mt 18: 10-11), enseña a los escribas y fariseos la actitud de Dios hacia el pecador. Dios se preocupa por todos, pero preferentemente de los que más lo necesitan, precisamente porque se han extraviado y perdido.
Jesús, el Buen Pastor, busca incansablemente las ovejas descarriadas, las que están fuera del redil, desorientadas, indefensas, sin guía, pues pueden acabar destrozadas por las fieras. Si la alegría del pastor y de la mujer es desbordante cuando cada uno encuentra su preciado bien, ¡cómo debe ser de gozosa la alegría del padre que reencuentra a su hijo, la de Dios con el hijo que retorna!


Rodrigo Segarra
Església Evangèlica

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