Diumenge 30 de durant l'any - 24 d'octubre

Parábola del Fariseo y el Publicano (Lucas 18:9-14)


Se trata de una parábola crítica, dirigida a los que son buenos y se lo creen. Jesús dirige esta parábola contra los fariseos, unos personajes que se tenían por justos y despreciaban a los demás. En ella nos muestra la diferencia que hay entre la verdadera y la falsa piedad. El fariseo y el recaudador de impuestos, o publicano, eran dos tipos bien conocidos en aquella sociedad y radicalmente opuestos.
El primero: Representaba la piedad oficial, y lo tenían por bueno
El segundo: Era un "pecador público", y pertenecía al grupo de la "mala gente".
Los judíos oraban siempre de pie y seguramente también el publicano oraría de pie, y no sólo el fariseo. Por tanto, esa postura corporal no es indicio alguno de la actitud espiritual del fariseo.
El fariseo comienza a orar, según la costumbre judía, dando gracias a Dios. Pero no le da gracias por lo que Dios hace, por las maravillas de Dios (como hacen, por ejemplo otros tantos hombres o mujeres de Dios (creyentes), sino por lo que él mismo hace, vemos en el a una persona egoísta... la cual no ve mas allá de donde el esta. Piensa tu querido lector en la sociedad actual piensa en ti, ¿Cómo eres tu? Va tu mirada mas allá de tu persona, puedes apreciar la grandeza de Dios y reconocer que todo proviene de El, que nuestra vidas diarias están asistidas por El, que todo lo que somos lo somos por El, si es así da gracias a Dios.
Tengo que decir que nada de lo que dice el fariseo en su oración es mentira: los fariseos eran fieles cumplidores de la ley; más aún, muchos fariseos, como éste de la parábola, hacían obras de supererogación (esfuerzo) que no estaban mandadas, como ayunar dos veces por semana y pagar diezmos de todo cuanto tenían. Pero el fariseo se presenta delante de Dios como un autosuficiente y menospreciador, desprecia a los que no son como el, y esa es la mentira de su vida y de su oración. Por eso, no da gracias ni suplica en verdad, sino que pasa factura y exige.
En cambio, el publicano sólo tiene ante sus ojos los propios pecados, no se compara con nadie y se cuida de denunciar los defectos ajenos. Pide perdón a Dios, y en eso muestra que es sincero y humilde, quiere ser aceptado por El Señor. Y Dios, que resiste la mentira de los orgullosos y enaltece a los humildes, despide al fariseo sin favor y dispensa el perdón al publicano.
Tengo que decir que la propia justicia está lejos de ser recomendada como entrada al reino. El pecador más desgraciado, confesando su pecado, es justificado delante de Dios antes que los practicantes de justicia. El que se exalte, será abatido, y el que se humille será enaltecido. ¡Qué modelo y testimonio de esta verdad fue el mismo Señor Jesucristo! Querido lector despreciar a tu (a mi ) prójimo no es bueno delante de Dios, es reprobado por El, repito, ejemplo tenemos en El ¿No podía El acaso siendo Rey del universo, nuestro Salvador despreciarnos por nuestros pecados, Si y Si, pero no lo hizo, al contrario se humillo delante de los hombres. Dios te Bendiga.



Arturo Barisich
Església Evangèlica

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