ENCUENTRO INTERRELIGIOSO - Dr. Rodrigo Segarra



Introducción


Han pasado tres años desde que lo redacté, tiempo suficiente para modificar, retocar, profundizar. Desde entonces se ha escrito mucho, han tenido lugar conferencias, seminarios, encuentros. Aunque se me ha ofrecido la posibilidad de revisarlo, he preferido dejarlo tal cual lo escribí en su día, pues lo nuclear sigue intacto.

 

Dr. Rodrigo Segarra

Iglesia Evangélica



1. Cuando se me pidió mi modesta colaboración para que aportara mi parecer sobre el diálogo interreligioso, acepté complacido porque el ecumenismo ha sido para mí una actitud asumida con total naturalidad desde que, al estudiar filosofía, aprendí que el diálogo es el único instrumento adecuado para el respeto y la comprensión entre los seres humanos. Quien visita mi biblioteca por primera vez se asombra ante la cantidad de literatura católica, protestante, judía, y, en menor proporción, musulmana, que he logrado disponer, evidente demostración del espíritu ecuménico que me anima.


En este breve escrito no me mueve más pretensión que ofrecer, a quien esté interesado, pinceladas de reflexión, fruto de charlas, diálogos que a nivel de creyentes, más bien de amigos creyentes, he disfrutado –no a nivel institucional, de representantes eclesiales, que no he tenido la ocasión de mantener–, de lecturas, de meditación personal. Pensamientos, en voz alta, desde la convicción que dicta mi conciencia ecuménica. No me referiré, por tanto, a la etimología ni a la evolución del término oikoumene, ni a los diversos intentos de aproximación que por parte de Iglesias o sectores eclesiales se han realizado a lo largo de la historia, ni a cómo, en la actualidad –no soy experto en esta clase de encuentros– debe de ser la manera más idónea de llevar el diálogo interreligioso a buen puerto.


2.1. En la segunda quincena de septiembre de 1453 el cardenal Nicolás de Cusa (1401-1464) escribe De pace fidei, la paz de/en la fe. Aunque responde a concretas circunstancias históricas –el 29 de mayo de 1453 los turcos conquistan Constantinopla por lo que la cristiandad se siente amenazada y en consecuencia comienza los preparativos para detener su expansión– su mensaje, un intento de ecumenismo, irenismo y tolerancia, trasciende su época, lo que nos permite reconocerlo como un adelantado respecto de su tiempo. Siglos después la fe no ha proporcionado la paz que el Cusano consideraba necesaria. Conseguir la paz es la base donde debe cimentarse el diálogo interreligioso.


Lo que entristecía a Nicolás de Cusa era que la mayor parte de las guerras y de la violencia que afligían al mundo eran debidas a la religión. Años después (1517) la paz –Querela pacis. Querella de paz– seguía llorando, lo que hace que Erasmo de Rotterdam clame que los gentiles no combaten con tanta crueldad como se combate entre cristianos, cuando la esencia del cristianismo debe ser buscar, crear y vivir en la paz de Cristo. Por la misma época (1513) Maquiavelo (Discurso sobre la primera década de Tito Livio, I, 11), afirmaba que donde hay religión fácilmente se pueden introducir armas. Es lamentable que en la actualidad, una de las recriminaciones que se sigue haciendo a la religión es que promueve o favorece la violencia.

 
Un estudio objetivo de la historia nos enseña que la religión ha sido factor de unión, de equilibrio, de paz y también de desunión, de discordia, de guerra. Esto último, vergonzoso, despreciable, imperdonable para todo creyente, es lo que, de modo urgente, debemos enterrar para siempre.
                                                                                                                                  
 

2.2.  Para que un diálogo sea fructífero es preciso previamente un encuentro de sincera acogida. No puede darse un diálogo auténtico (diálogos, comunicación a través de la palabra, de la razón) sin el convencimiento de su necesidad. Este primer paso, el más difícil, es imprescindible. Por eso prefiero hablar de encuentro más que de diálogo, pues querer dialogar sobre cuestiones teológicas sin la mente y el corazón abiertos al otro es construir castillos en el aire.


Encuentro es ir en busca del otro para emprender una tarea en común: construir un nuevo y mejor mundo donde se respete la dignidad y la libertad de todos. Quien no busca no encuentra. Sólo en el encuentro podemos conocernos y al conocernos, amarnos, y al amarnos, vivir en paz.  Todo aquel –cristiano, judío, musulmán– que dice creer en Dios debe estar comprometido con la paz. Los enfrentamientos, sangrientos o verbales, son o bien originados por intereses políticos, privilegios económicos, hegemonías de poder, o bien resultado de la ignorancia, del desconocimiento.

 
La ignorancia de la mayoría de creyentes en relación con lo que creen otros creyentes es total. Conceptos imprecisos cuando no erróneos, clichés transmitidos de una generación a otra, forman el suelo en que se ha edificado la fe de los creyentes. Por ejemplo, cuando la mayoría de cristianos hablamos de iglesias cristianas, lo reducimos a católicos y protestantes. ¿Y los ortodoxos? Para la mayoría son inexistentes. ¿Se esfuerzan la mayoría de católicos en saber cómo viven la fe los protestantes? ¿Muestran la mayoría de protestantes voluntad de entender la fe de los católicos? ¿Conocemos la mayoría de cristianos cómo vivían los diferentes grupos judíos la fe en tiempos de Jesús? Sin conocer sus raíces judías es imposible entender el cristianismo. ¿Sabemos cómo viven la fe los judíos actualmente? ¿Conocemos la mayoría de cristianos cómo viven la fe los musulmanes, que muchos identifican interesada y maliciosamente con los terroristas islámicos? ¿Las diferentes formas de misticismo que se dan en las tres religiones monoteístas, son conocidas, tenidas en cuenta como formas auténticas de expresión de fe o son marginadas por considerarlas falsas formas de espiritualidad? Las mismas preguntas pueden ser, obviamente, formuladas desde las otras religiones.


Para que este encuentro sea efectivo es imprescindible la superación de discriminaciones, segregaciones, persecuciones, hostilidades, crueldades, prejuicios, estereotipos, incomprensiones, malentendidos. Aunque, en algunos casos, sean justificados los recelos y las desconfianzas. Por ejemplo, el anticatolicismo visceral del protestantismo español ante la secular marginación social, económica y política en que ha estado, y sigue, sometido. Ello exige una nueva y radical actitud: la de perdón y reconciliación. Un nuevo punto de partida, un nuevo lenguaje que debe traducirse en una cultura de la paz. La paz de / en la fe.


Entre las confesiones cristianas ello no debería ofrecer problemas insolubles si es que los cristianos hemos entendido, aceptado, asumido el mensaje de amor y perdón del príncipe de paz. Si el Cusano, en su convulsa época, consideraba posible lograr la concordia por medio del diálogo y del respeto mutuo, resulta inaceptable en el siglo XXI ni tan sólo intentarlo, no solamente entre las confesiones cristianas sino entre las llamadas religiones abrahámicas, que son las que han cimentado, con sus luces y sus sombras, la construcción de Europa.
                                                                                                                                       

Es inadmisible que, en ocasiones, sea más difícil el entendimiento entre cristianos de diferentes confesiones, que entre cristianos y creyentes de otras confesiones no cristianas. Penoso que sea tan complicado, a veces, el entendimiento dentro de los diferentes sectores del catolicismo o entre las distintas denominaciones protestantes.


A este encuentro se debe asistir con la actitud apropiada: humilde disposición de escuchar al otro, sin arrogantes y despreciativas superioridades excluyentes–proclamadas (extra ecclesiam nulla salus) o creídas sin manifestar–convencidas de poseer en exclusiva La Verdad. Y con la predisposición de que es posible lograrlo con el único empleo del diálogo en profundidad, de la autocrítica purificadora y de la reflexión –re-flexión, es decir, flexionar el pensamiento endurecido durante tantos siglos de cerrazón mental, imposición, intransigencia, intolerancia, dogmatismo, fanatismo, violencia-constructiva.

 

2.3.         Dialogar es un voluntario tender la mano, un acercamiento no impuesto ni para imponer. Supone intercambio: dar y recibir; asumir las razones de los otros, olvidar descalificaciones –“infieles”, “herejes”, “apóstatas”, “deicidas”...-, superar viejas enemistades. Los enemigos no se acercan, se distancian; no dialogan, luchan. Pero curar las heridas, enterrar los odios no interesa a algunos representantes –predicadores cristianos fundamentalistas, radicales rabinos politizados, fanáticos mullahs islámicos– o instituciones que viven de estos enfrentamientos.

Dialogar supone un riesgo y este riesgo provoca miedo . Miedo de no ofrecer respuestas válidas y coherentes a las preguntas radicales que nos puedan hacer las otras iglesias y confesiones. Miedo a que puedan convencernos de que algunos principios o dogmas que creíamos certezas indudables, no lo son. Miedo a dudar de nuestras verdades aprendidas y memorizadas pero no puestas a prueba. Miedo a perder la identidad, principalmente en las confesiones minoritàrias, como el protestantismo en España, o el catolicismo en enclaves de imposición protestante.


Deben promoverse espacios de encuentro y diálogo entre los miembros de diferentes sectores de una misma comunidad eclesial, a veces con posturas aparentemente irreconciliables, y de éstos con sus representantes. Diálogo entre diferentes denominaciones (caso del protestantismo, donde se dan en su seno tantas discrepancias). Diálog entre las confesiones cristianas. Diálogo entre éstas y las otras tradiciones religiosas. Diálogo entre las religiones y las instituciones socioculturales y políticas.


Para poder entablar encuentros con las otras confesiones es condición previa lograr la armonía y la paz en el seno de cada una de ellas. Primero deben resolverse los problemas internos y los conflictos que las tensiones, dentro y fuera de las comunidades, provocan. El ecumenismo nunca será efectivo por más que las instituciones dialoguen entre sí a nivel de representantes, si no se acercan y dialogan los creyentes “de base”.


Un diálogo que, sin negar ni anular las identidades, que sería absurdo el solo hecho de plantearlo, permita descubrir la herencia común, las influencias recíprocas recibidas en el pasado, los valores compartidos en el presente.


2.4 Consciente de las dificultades pero también de la necesidad de lograr una solución al conflicto, el ingenuo sueño de Nicolás de Cusa, era lograr una fides in rituum varietate, una sola fe en la diversidad de los ritos. Es evidente que lo que distingue a las religiones no son sólo los ritos –éstos son reflejo de sus contenidos teológicos. El ecumenismo no trata de buscar una sola religión mundial o universal, una religón global que absorba y funda aportaciones de diferentes confesiones de modo parecido a la pretensión de encontrar una ética común de mínimos. La finalidad del ecumenismo no es conseguir conversiones ni que una Iglesia o confesión triunfe sobre las otras –son los “hermanos separados” los que han de volver al redil. No es  tampoco el resultado sincretista de sumar dispares creencias teológicas. Es buscar la fraternidad ecuménica –no la uniformidad ni la subordinación a una autoridad superior– que nos permita entendernos y convivir fraternalmente como hijos de Dios. Los hijos somos iguales ante y para Dios, pero somos distintos en nuestra manera de amar, de alabar, de dar gracias al Creador. Ita quod nullum omnia in omnibus vincat, ninguna religión puede superar a todas en todos los aspectos, afirma Nicolás de Cusa. Hay diferencias ineliminables –no debemos olvidar que cada religión nace y se desarrolla en una cultura determinada– en el modo de vivir nuestra relación con Dios, de acercarnos al Misterio. Éste nos sobrepasa. Nadie tiene la exclusiva.

En esta Europa aparentemente alejada de las cuestiones religiosas, el encuentro no sólo entre las Iglesias y comunidades sino entre las tres religiones monoteïstas es urgente. El compromiso ecuménico, logra la paz de /en la fe, és, para ,los creyentes, imperatiu inaplazable  en el siglo XXI. De no lograrlo, todos seremos culpables.

 
 

                                     Rodrigo Segarra

                                    Doctor en Filosofia

                                    Església Evangèlica

Comentaris

  1. PARA LOGRAR UN DIÁLOGO INTER-RELIGIOSO SINCERO Y PROVECHOSO PARA LA HUMANIDAD: Es necesario deslindar primero el camino ecuménico demarcado por los universalismos que sustentan la doctrina y la teoría de la trascendencia humana presentes en las disciplinas y prácticas terapéuticas y místicas que promueven el desarrollo espiritual de sus seguidores. Para poder diferenciarlo de la ecumene Abraham-ica, demarcada por los convencionalismos de lo que solo es sagrado para Israel, el Islam o el judeo cristianismo, impuestos por su ley religiosa para alcanzar ciertos fines particulares, aduciendo voluntad divina. Es por ello, que el deslinde del camino ecuménico permite eliminar barreras entre los hombres; y su omisión convierte el dialogo Inter-religioso en un aquelarre de ilusos, ciegos, sordos y locos. http://www.scribd.com/doc/33094675/breve-juicio-sumario-al-judeo-cristianismo-en-defensa-de-las-raices-greco-romanas-del-cristianismo-laico-y-la-democracia.

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