Diumenge 17 de durant l'any - 30 de juliol de 2017




Comentario del evangelio de Mateo 13, 44-52 extraído íntegramente de la homilía pronunciada por el Papa Francisco el 26 de julio de 2014 en su viaje aCaserta, Italia.

            Jesús se dirigía a quienes le escuchaban con palabras sencillas, que todos podían entender. Las parábolas del tesoro escondido en el campo y la perla de gran valor, tienen protagonistas distintos: la primera un pobre jornalero y la segunda un rico comerciante, pero el resultado es idéntico.

El comerciante está constantementeviajando en búsqueda de una perla de gran valor, que colme su sed de belleza, y da vueltas por el mundo, sin rendirse. El otro, el campesino, nunca se alejó de su campo y hace el trabajo de siempre. Sin embargo, el final es idénticopara los dos: el descubrimiento de algo precioso, para uno un tesoro, para el otro una perla de gran valor. Ambos se ven unidos por un mismo sentimiento: la sorpresa y la alegría de haber encontrado.Los dos, no dudan en vender todo lo que tienen para adquirir ese tesoro.
Mediante estas dos parábolas Jesús nos enseña tres cosas:

1) Qué es el reino de los cielos.
2) Cómo se le encuentra y
3) Qué hay que hacer para poseerlo.

¿Qué es el reino de los cielos? Jesús no se preocupa por explicarlo. Lo anuncia desde el comienzo de su Evangelio: «El reino de los cielos está cerca»; sin embargo nunca lo deja ver directamente, sino de manera indirecta, narrando el obrar de un propietario, de un rey… Prefiere dejarlo intuir, con parábolas y semejanzas, manifestando sobre todo sus efectos: el reino de los cielos es capaz de cambiar el mundo, como la levadura oculta en la masa; es pequeño y humilde como un granito de mostaza, que, sin embargo, llegará a ser grande como un árbol.
Las dos parábolas sobre las cuales queremos reflexionar nos hacen comprender que el reino de Dios se hace presente en la persona misma de Jesús. Él es el tesoro escondido, es Él la perla de gran valor. Se comprende la alegría del campesino y del comerciante: ¡lo han encontrado! Es la alegría de cada uno de nosotros cuando descubrimos la cercanía y la presencia de Jesús en nuestras vidas.Una presencia que transforma que nos hace abiertos a las necesidades de los hermanos; una presencia que invita a acoger a cada una de las demás presencias, incluso la del extranjero y del inmigrante. Es una presencia acogedora, es una presencia alegre, es una presencia fecunda: así es el reino de Dios dentro de nosotros.

¿Cómo se encuentra el reino de Dios? Cada uno de nosotros tiene su camino en la vida. Para alguno el encuentro con Jesús es algo esperado, deseado, buscado por largo tiempo, como nos lo muestra la parábola del comerciante que da vueltas por el mundo para encontrar algo de valor. Para otros ocurre de forma improvista, casi por casualidad, como en la parábola del campesino. Esto nos recuerda que Dios se deja encontrar de una manera o de otra, porque es Él el primero que busca hacerlo: vino para ser el «Dios con nosotros». Y Jesús está entre nosotros. Es Él quien nos busca, es Él quien se deja encontrar incluso por quien no lo busca. A veces Él se deja encontrar en sitios insólitos y en momentos inesperados. Cuando encontramos a Jesús quedamos fascinados, conquistados, y es una alegría dejar nuestro antiguo modo de vivir, tal vez árido y apático, para abrazar el Evangelio, para dejarnos guiar por la lógica nueva del amor, del servicio humilde y desinteresado.

¿Qué se puede hacer para poseer el reino de Dios? Sobre este punto Jesús es muy explícito: no basta el entusiasmo, la alegría del descubrimiento. Es necesario anteponer la perla preciosa del reino a cualquier otro bien terreno; es necesario poner a Dios en el primer lugar de nuestra vida, preferirlo a todo. Dar el primado a Dios significa tener el valor de decir no al mal, no a la violencia, no a los atropellos, para vivir una vida de amor. Cuando una persona descubre a Dios, el verdadero tesoro, abandona un estilo de vida egoísta y busca compartir con los demás la caridad que viene de Dios. Quien llega a ser amigo de Dios, ama a los hermanos, se compromete con el bien.
¡No os dejéis robar la esperanza! El Señor se deja encontrar!

(Síntesi feta per en Fredi)
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