Diumenge 5 de Quaresma - 7 d'abril de 2019



Filipenses 3,8-14.

Perder para ganar.

En medio de una sociedad y una época absolutamente obsesionada con el “win-win” (ganar-ganar), ganar a cualquier coste, ganar de cualquier manera, ganar siempre, a pesar de lo que le pase al prójimo, el evangelio de Jesús (las buenas nuevas) nos proponen algo absolutamente diferente.

Desde pequeños se nos inculca la cultura del esfuerzo individual (de tinte egoísta); se nos insta a pensar en nosotros mismos (yo, yo… y después, yo). A lo mejor esta obsesión con el egocentrismo está detrás de la profunda crisis de valores que azota nuestra sociedad primermundista.

El Apóstol Pablo, en el texto de esta semana nos invita a dejar de construir nuestras vidas alrededor de seguridades individuales y colectivas, basadas en nuestra “propia justicia” (autojustificación, individualismo feroz); y nos propone una hermosa alternativa: “Conocer a Cristo Jesús, nuestro Señor”. Según el apóstol, renunciar a nuestras seguridades y comodidades por el seguimiento y la imitación de Jesús nos llevará a “experimentar el poder que manifestó en su resurrección, participar en sus sufrimientos y llegar a ser semejantes a él en su muerte” (v. 10).

Pablo afirma, de forma categórica que, de esto, justamente, es de lo que se trata la resurrección, de imitar a Jesús en su vida de entrega y servicio a los demás. De identificarnos con Cristo Jesús en su compromiso con el prójimo (sobre todo con el prójimo necesitado y sufriente). Para Pablo, perder la vida (las seguridades, las comodidades, los privilegios, etc.), por seguir e imitar a Cristo, es el paso previo para experimentar, junto a él, la Resurrección (v. 11). O, lo que es lo mismo, en palabras de nuestro título, “perder para ganar”.

Si bien es cierto que esto parece una contradicción, la verdad es que el evangelio está repleto de contradicciones: los pequeños son los grandes, los últimos los primeros, el que sirve es el mayor de todos, de los pobres y vulnerables es el Reino de los cielos.

Lo último que nos dice el texto es que este proceso debe ser constante, continuo, diario (¿por qué no?). Jesús lo definió como “tomar nuestra cruz cada día” (Lc 9,23). Ante la horrible tentación de tirar la toalla, por las voces de sirena que nos predican un “ganar-ganar”, la vieja voz del apóstol nos recuerda en cuaresma que debemos: “seguir avanzando hacia la meta, para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús” (v. 14).

¡Feliz cuaresma!

¡Feliz tiempo de reencuentro con el Señor!


Pastor Nelson Araujo


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